Hoy, por cambiar un poco, queremos compartir con vosotros un texto para plantearos una reflexión sobre el sistema laboral. Espero que os guste. Y si llegáis al final, no dudéis en responder a las preguntas que os planteamos.
Amparo tiene 67 años y es dueña de una zapatería en la calle Islas Canarias dentro de un barrio obrero de la capital de la Comunidad Valenciana. Mientras ordena los zapatos del mostrador Amparo realiza un ritual desarrollado con los años. Coloca los zapatos, se separa tres pasos, observa, sale a la calle y mira su obra casi pegada al cristal para después volver a dar tres pasos hacia atrás y seguir observando desde mitad de la acera, de hecho a lo largo de los años este ritual le ha hecho tropezar con muchos vecinos.
El negocio lo montó en el año 1973 cuando apenas había cumplido los 22 años, en aquel momento tuvo que ir acompañada de su marido al banco para poder abrir una cuenta y poder pedir prestado el dinero que serviría para llenar los estantes de aquello que se ha convertido en su pasión, frustración, gozo y angustia.
Durante 25 años Amparo dirigió su negocio en solitario, ganándose la confianza, el respeto y la admiración de los clientes mientras construía una cartera de clientes sólida. Tal fue su dedicación y su éxito que desbordada por el trabajo tuvo que contratar a otra persona.
Carmen con tan sólo 19 años no sabía qué hacer con su vida pero su belleza, desparpajo y ganas de trabajar la hacían ideal para trabajar en la «Zapatería Amparito» añadiendo la confianza que generaba ser la hija de una clienta Carmen comenzó a trabajar junto con Amparo en el año 98.
Juntas consiguieron todavía más ventas y clientes fieles. Ambas tenían muchas ganas de trabajar y esa combinación de la experiencia de una con la energía y juventud de la otra funcionaba muy bien.
Los años fueron pasando y Carmen al sentirse tan arropada por Amparo y además recibir un buen sueldo no se planteó tan siquiera cambiar de trabajo o estudiar nada. Eso sí, se casó y como la mayoría de parejas jóvenes de España se hipotecó media vida para comprarse una vivienda.
Después del ritual de colocación de Amparo esa mañana de febrero del 2018 su cabeza no paraba de darle vueltas a la vida de Carmen y cómo la pobre chica estaba sufriendo. Recientemente Ramón, el marido Carmen, había decidido que no quería estar más tiempo con ella y que quería divorciarse. Niños, hipoteca, familia, dinero, coche, custodia… de repente eran demasiados asuntos en la cabeza de Carmen y por lo tanto, en la cabeza de Amparo.
Un día se tuvo que ir antes, otro día tuvo que ir al abogado, el siguiente le gritó al hijo de una clienta que alborotaba, todos los días su aspecto, expresión y su actitud era mala, pero Amparo muy comprensiva se decía a si misma que era normal y seguramente temporal, pues la vida de su empleada había sufrido un fuerte revés.
Carmen, dos meses después de su separación, y entre lloros, suspiros y sollozos intentaba mantener una conversación sobre su situación con sus mejores amigas. Marta le sugirió que debía ir al psicólogo y Sofía que lo ideal sería que cogiera la baja, pues en esa situación no podía seguir trabajando.
Mientras la persiana de la tienda bajaba lentamente Amparo colocaba en la pared un cartel de “cerrado por vacaciones” y un pensamiento de nunca volver a subir esa persiana se coló en su mente. Eran varios los meses que llevaba Carmen de baja y a sus 67 ya no tenía fuerzas para llevar ella sola el negocio ni ganas de buscar a otra empleada y formarla.
Carmen no podía quitarse la sonrisa de la boca. “Menudo encuentro el que tuvo anoche con aquel morenazo”, pensaba mientras aquella sonrisa no se marchaba de su boca. Esta vez la tertulia con Marta y Sofía era bien distinta. El médico de cabecera prácticamente era amigo de Carmen de modo que cada vez que iba con el cuento de “no puedo yo sola con los niños” o “mi exmarido me hace la vida imposible” el facultativo le alargaba la baja por depresión a la vez que le animaba a salir, conocer gente y realizar actividades al aire libre.
Al fin Carmen se incorporó a trabajar, Amparo había conseguido subsistir ella sola pagando todos los gastos del negocio y de su empleada de baja. Pero la actitud de la recién incorporada distaba mucho de la que tenía anteriormente. Más exigente, más crítica, menos respetuosa… Amparo estaba desconcertada y desbordada.
“Deberías pasar del trabajo y forzar a que te despida” le dijo Sofía, “te corresponde un pastón” le dijo Marta “¿Tu sabes la de años que has echado allí?” continuó. Esta vez la tertulia de las 3 amigas iba encaminada a salir de la zapatería, eso sí, Carmen quería una buena indemnización.
Estimado lector si has llegado hasta aquí tengo algunas preguntas:
¿Amparo debería haber cerrado la zapatería a los 65 dejando en el paro a Carmen?
¿Carmen hizo bien alargando la baja injustificadamente?
¿Carmen debería ser despedida? ¿Cobrando indemnización o no? ¿Podría Amparo despedirla de manera procedente?
¿La zapatería de “Amparito” aguantará abierta?
Os dejamos unos antecedentes:
Durante 38 años la vida Carmen había transcurrido sin apenas sobresaltos. Algunas discusiones con su marido, la lucha que supone llevar adelante a dos niños y la enfermedad pulmonar de su padre habían sido lo más reseñable. Hasta 1981 dependían del marido.
Ella nació en 1951.
Raúl García Zapater
Fisioterapeuta