Cuando comenzó el 2019 me hice uno de esos propósitos que suelen hacerse al inicio del año, los cuales, con el tiempo dejan de cumplirse en su mayoría. Ya escribimos un articulo al respecto hace poco
Pensé que era buen momento para proponerme dejar de morderme las uñas. Por eso, os quiero contar hoy que implicaciones psicológicas tiene “comerse las uñas”, consecuencias y cómo vosotros también podéis intentar dejar de hacerlo.
El hábito de morderse las uñas tiene un nombre, onicofagia.
La onicofagia es un hábito compulsivo que se manifiesta en que la persona que lo sufre se come las uñas. Es una conducta que de normal comienza en la niñez, bien por observación y aprendizaje de otros, generalmente adultos, que realizan el hábito.
Las personas que comparten este hábito coinciden en la afirmación de que no son conscientes de iniciar la conducta en muchos casos y que una vez iniciada es muy difícil parar.
¿Qué conductas nos llevan a mordernos las uñas?
- Para calmar los momentos en los que nos encontramos nerviosos, ansiosos o angustiados.
- El estrés diario y momentos como antes de un examen, de una entrevista de trabajo, etc.
- Momentos en los cuales te puedes encontrar en un estado obsesivo y lo hace a modo de compulsión para rebajar su ansiedad.
- Ante cambios drásticos en la vida de una persona tal como divorcios, cambios de vida, duelos, etc.
- Personas que padecen frustración, rabia, baja autoestima, timidez, con tendencia a preocuparse y perfeccionistas, son rasgos típicos que pueden llegar a padecer onicofagia.
Otras consecuencias en el plano físico de “comerse las uñas”, están relacionadas con el plano físico, en dientes y encías y en las propias uñas, que pueden llegar a a sufrir graves daños.
Cómo poner remedio a morderse las uñas desde niños.
En la infancia, la responsabilidad de que los niños se muerdan las uñas recae directamente en los padres. Por eso es adecuado que los padres llamen la atención a sus hijos, cuando ocurra dicha conducta, pero sin darle demasiada importancia.
Se trata de crear pautas para que controlen el hábito, pero sin concentrar demasiado la atención de los padres en este punto. Un buen ejemplo sería, “te estás mordiendo las uñas, tienes que aprender a no hacerlo porque luego no quedan bonitas”. Un ejemplo menos adecuado sería utilizar expresiones demasiado hirientes o reprender demasiado al niño, “no eres capaz de controlarlo”. Echar la culpa al niño no ayuda a controlar la conducta.
El remedio en adultos consiste en que el sujeto cobre conciencia de los momentos en que se muerde las uñas y se dé cuenta de que no debe hacerlo en ese mismo preciso instante. A partir de un autorregistro, la persona va anotando los momentos exactos en que se muerde las uñas: viendo una película, en época de exámenes, leyendo un libro, etc. Así, el profesional le ayudará a entender que esos momentos son los momentos de máximo riesgo y por tanto tendrá que estar especialmente en alerta y esforzarse para no llevarse la uña a la boca.
Algunas pautas que se suelen utilizar en consulta para dejar atrás el hábito son:
- Identificar todas las situaciones en las que es probable que nos mordamos las uñas y anotar la frecuencia diaria con que se hace.
- Aprender acciones físicamente incompatibles con el hecho de morderse las uñas y realizarlas cuando se produzca la tentación de mordérselas.
- Practicar ejercicios de relajación.
- Cuidarse a diario las uñas, hacerse la manicura, y mostrarlas constantemente a los demás.
En definitiva, “morderse las uñas”, no suele ser una demanda habitual por la que las personas acudan a consulta, pero tener la conducta de morderse las uñas y el deterioro de ellas, sí que nos da información sobre el nivel de ansiedad, preocupación o timidez que está llevando la persona que tenemos delante.
Jessica Cabeza. Psicóloga